Cada año, alrededor del 20 de junio, la República Argentina se detiene para conmemorar el Día de la Bandera. Escuelas, plazas y medios se visten de celeste y blanco, transformando la fecha en un encuentro con la historia y la identidad nacional. No se trata solamente de un acto formal, sino de una profunda conexión con los valores que representa la enseña patria.
La elección del 20 de junio no es azarosa; fue establecida en 1938 como tributo a Manuel Belgrano, el creador de la bandera, quien falleció ese día en 1820. Este reconocimiento buscó reivindicar a un prócer clave en la gesta independentista sudamericana, cuyo legado merecía mayor visibilidad y reconocimiento.
Belgrano murió en circunstancias difíciles, en medio de una crisis política en Buenos Aires, con provincias en conflicto y luchas de poder. Su fallecimiento pasó casi inadvertido, sin los honores oficiales que su figura merecía. La bandera, símbolo de la nación, resuena entonces con una historia de lucha y compromiso.
En el siglo XX, se buscó saldar esa deuda histórica. La Ley 12.361, sancionada en 1938, instituyó el 20 de junio como feriado nacional en honor a la bandera y a Belgrano. Desde 2011, se decretó como feriado inamovible, consolidando la fecha como un día de reflexión, promesas escolares y festejos masivos, especialmente en Rosario, donde la bandera fue izada por primera vez.
La creación de la bandera argentina tuvo lugar el 27 de febrero de 1812 en Rosario. Belgrano, al frente del Ejército del Norte, necesitaba un emblema para distinguir a sus soldados en el campo de batalla. Inspirado en los colores de la escarapela nacional, confeccionó una bandera blanca y celeste. A pesar de la inicial prohibición del Triunvirato porteño, el símbolo ya había arraigado en el sentimiento patriótico.
Inicialmente, la bandera tuvo un uso principalmente militar. En una época sin uniformes claros, era fundamental contar con una insignia que diferenciara a aliados de enemigos. Belgrano evitó el color rojo, asociado a los realistas, consolidando la identidad de la bandera como símbolo de la causa patriota.
Con el tiempo, la bandera ganó legitimidad política y popular. El Congreso de Tucumán la adoptó como símbolo nacional en 1816, y en 1818 se incorporó el Sol de Mayo, inspirado en las primeras monedas patrias. Este sol representa la Revolución de Mayo y distingue a la "bandera mayor" o de guerra.
Rosario, el lugar donde Belgrano izó por primera vez la bandera a orillas del río Paraná, es el centro de las celebraciones. Allí se encuentra el Monumento Nacional a la Bandera, inaugurado en 1957, donde se realizan desfiles y actos conmemorativos. Además, se ha incorporado la tradición de confeccionar la bandera más larga del mundo, un proyecto colectivo que involucra a miles de vecinos y escuelas.
La bandera trasciende su función ornamental; es un emblema de pertenencia, un testimonio de la historia y un símbolo de la identidad cultural argentina. Flamea en escuelas, balcones, estadios y movilizaciones, representando tanto los logros como las tragedias del país.
Cada 20 de junio, la Promesa de Lealtad a la Bandera que realizan los alumnos de cuarto grado adquiere un significado profundo. Es un acto que simboliza el compromiso con la comunidad política y los valores que representa la bandera.
Belgrano fue mucho más que el creador de la bandera. Fue un reformista ilustrado, defensor de la educación gratuita, promotor de la industria nacional y figura clave en la independencia. Su vida, marcada por el servicio público y las renuncias personales, encarna una ética de la responsabilidad que sigue siendo relevante en la actualidad.
Este 20 de junio, más allá de los actos escolares y los adornos patrios, es una oportunidad para reflexionar sobre nuestro compromiso con la construcción de una patria libre, justa y soberana, tal como la imaginó Belgrano bajo su bandera.